sábado, 28 de noviembre de 2009

Crisis climática, un desafío para la condición humana y para una ética de la naturaleza

El Cambio Climático que vivimos no es cualquier crisis más, es una alerta global sobre la ruta de autodestrucción que eligieron los poderosos, de las inequitativas posibilidades que quedan en el mundo para sobrevivir –los pueblos indígenas, los grupos sociales más pobres, las mujeres, los viejos y los niños son los más afectados en el mundo de hoy -.

La Paz es una hermosa ciudad andina rodeada de glaciares de la Cordillera Oriental de los Andes, entre los que se destaca el hermoso e imponente Illimani, Apu[1] guardián de sus habitantes y de los cerros menores que la rodean. Más de dos millones de habitantes se cobijan en este paisaje de valles urbanos y altiplano: La Paz y El Alto, dos ciudades de historias intensas, de larga trayectoria en la construcción de una sociedad donde la justicia y la diversidad cultural buscan convivir en armonía.

El escudo departamental de La Paz tiene en su centro la imagen imponente de este hermoso nevado, es decir que este glaciar es parte de la historia y la identidad de nuestro departamento. El Illimani, como la mayoría de los glaciares en el mundo, es fuente de una valiosísima información sobre la historia del planeta; al igual que los árboles, sus diferentes capas proporcionan datos sobre el clima en la tierra durante siglos. Mientras más antiguo sea el glaciar y más nieve y hielo concentre en su estructura, más aportará en la información sobre los diferentes períodos en el mundo sobre el clima y hasta la habitabilidad del planeta. Los glaciólogos suelen brindar informes sobre nuestra historia larga a partir de estudiar las diferentes capas de hielo formadas en el tiempo. La ciencia confirma lo que las ancestrales culturas andinas nos dicen: los nevados son nuestra memoria y por tanto nuestra protección.

Más aún, el Illimani de manto blanco en la ciudad de La Paz es fuente de inspiración para poetas, artistas y pintores que encuentran en su impresionante belleza una fuente de identidad y de sentido en sus vidas. Hay tangos, huayños, boleros y canciones que invocan el Illimani como símbolo de ensoñación. Cientos de grupos culturales de bailarines, musicales e intelectuales toman su nombre para identificarse. Walter Solón pintó un Illimani cuando las ventanas de su taller, ubicado en el barrio de Sopocachi, fueron cubiertas por un moderno edificio de los muchos que hace años van cerrando ventanas y levantando sombras en el barrio. Inconforme con no contemplar el hermoso nevado, su Illimani pintado en un papel sobre la ventana tapada, lo acompañó durante algunos años en su taller ubicado en el tercer piso de la Fundación Solón. Este glaciar es, sin duda, fuente de identidad y de inspiración.

Según la UNESCO[2] la identidad cultural es un derecho inalienable de los pueblos. Sin embargo, el Illimani, el Mururata, el Huayna Potosí, el Tuni-Condoriri y todos nuestros glaciares tropicales andinos, como decenas de otros glaciares en el mundo, símbolos de identidad y de memoria, se derriten ante nuestros ojos como una metáfora del poco tiempo que nos queda para reaccionar y cambiar el curso de los acontecimientos signados por la civilización occidental capitalista basada en la codicia y la acumulación irracional e irresponsable.
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